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Altar. Capilla Ntra Sra. del Rosario.

martes, 28 de marzo de 2017

"LA CANASTERA", LA PRIMERA BEATA GITANA NACIÓ EN ALMERÍA

Emilia Fernández Rodríguez.

El 25 de marzo llegó a los altares junto a otros 114 mártires de la guerra
El pasado sábado 25 de marzo, el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, ha beatificado a 114 víctimas asesinadas en odio a la fe, en la guerra de España (1936-1939). Entre ellos se encuentra la primera beata gitana de la historia, que nació en la localidad almeriense de Tíjola, Emilia Fernández Rodríguez, apodada “La Canastera”.
Emilia, de 24 años, murió en la cárcel tras ser apresada por no renunciar a su fe católica. Conocida como “La Canastera”, se suma a otro español de etnia gitana, ya beatificado, “El Pelé”, Ceferino Giménez Malla, en 1997, natural de Huesca, Aragón.
Entre los 114 almerienses que serán beatificados hay 95 sacerdotes, 20 laicos varones y dos mujeres, una de ellas la joven gitana. Abre la lista de los mártires el deán José Álvarez-Benavides.
El acto se celebró en un lugar adecuado para la multitudinaria celebración: el Palacio de Congresos y Exposiciones de Aguadulce, localidad costera situada a doce kilómetros de esta oriental capital de provincia andaluza.
El obispo de Almería Adolfo González Montes afirmó en rueda de prensa que los próximos beatos “no estaban implicados en política, no empuñaron armas y no eran de ninguno de los dos bandos de la contienda, fueron muertos en razón de la fe que profesaban”.
Anteriormente, ya fueron beatificadas otras víctimas de la guerra civil española: el obispo Diego Ventaja Milán, junto a siete hermanos de La Salle.
Sus padres, gitanos ambos, la bautizaron nada más nacer en la Iglesia Parroquial de santa María de su pueblo. Educada en las costumbres de su raza, le enseñaron el oficio de confeccionar canastos de esparto para ganarse honradamente el sustento.
Aunque enamorada de Juan Cortés Cortés, también gitano, no podía contraer matrimonio por la Persecución Religiosa. Finalmente, se unieron a principios de 1938 y ella quedó encinta. Para librar a su marido de participar en el frente, untó sus ojos con sulfato y declararon su inutilidad. No tardó en ser detenida, y a pesar de su gravidez ingresó en la prisión de Mujeres de Gachas Colorás en Almería el 21 de junio de 1938. Fue juzgada y condenada a seis años de prisión el 8 de julio.
Su compañera de prisión, doña María de los Ángeles Roda, contaba: “Recuerdo la figura de Emilia, aquella gitana de ojos negros y muy grandes, alta, con el pelo tirante y un moño en la nuca, que nos llamaba poderosamente la atención por su estado de gestación, ya que allí estaban todas muy delgadas por la falta de comida. Amable, hablaba bajito, era además muy respetuosa y religiosa”.
Admirada por la ayuda que le prestaban algunas presas católicas, les pidió que la instruyeran en el rezo del Rosario. La cruel directora de la prisión, al advertir su devoción, prometió favorecerla sí denunciaba a sus catequistas. Al negarse la sierva de Dios, fue aislada en una celda y sometida a malos tratos durante su embarazo.
El 13 de enero de 1939 dio a luz a una niña y, tras el parto, le negaron cualquier asistencia médica. Como escribe el presbítero Gallego Fábrega: “En la mañana del día veinticinco acabó el martirio de la guapa gitanilla de veintitrés años, que murió abandonada y sola, pero sin denunciar a su catequista, a pesar de todas las presiones a que estuvo sometida”. Aunque sus compañeras bautizaron ellas mismas a su hija, las autoridades se la llevaron y nunca más se supo de ésta.

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