JESÚS, MIENTRAS ENSEÑABA EN EL TEMPLO, GRITÓ
Ya se acercaban los últimos días de Jesús en Jerusalén y
Él no podía dejar de enseñar en el Templo. A veces, con tanta fuerza, que tenía
que gritar.
¿No has sentido nunca, por alegría, por amor o por
convicción, la necesidad de gritar lo que sientes? San Francisco gritaba por
las calles de Asís: "¡El Amor no es amado!"
Que Dios nos conceda creer tan fuertemente en Él que no
nos quede más remedio que gritar al mundo entero el Amor infinito con que nos
ama.
Que tengan un feliz viernes
No hay comentarios:
Publicar un comentario