LA HOSPITALIDAD EVANGÉLICA:
“El deseo de servir a los enfermos es la
consagración a Dios de los hermanos de la Orden
Hospitalaria de San Juan de Dios".
Una comunidad que trabaja en las periferias, como en
Madagascar o con lo consultorios móviles, o en el corazón del Vaticano, con
su farmacia frecuentada por toda Roma. Y evoca una virtud demasiado olvidada
pero propicia para revitalizar el tejido social: la hospitalidad
evangélica.
La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, ante todo se pone al
servicio de las personas enfermas y desamparadas. Hay que precisar que son una orden de Hermanos sanitarios, pues no tienen formación de directores de
recursos humanos o directores generales. Su labor requiere mucha
humildad, sentido común, generosidad, tiempo para dedicar el otro. Recuerdan el ejemplo de su fundador, quien vivió una conversión radical
que le llevó a emprender su obra consagrada al servicio de los demás.
Hoy su obra está presente en 53 países y atienden a más de un
millón de personas al año. San Juan de Dios tuvo que superar el desafío de la
locura y experimentar en sus carnes los tratamientos inhumanos que se
ejercían en su época en los hospitales. Fue así como tomó conciencia del
sufrimiento de los enfermos y pudo tener una visión clara sobre su nueva
misión: fundar un nuevo modelo de asistencia basado en el servicio. El
comprendió, ya en su tiempo, que para ser líder se debía ser servidor,
librarse de sí mismo para acercarse al prójimo y, a través de él, a Dios.
El deseo de servir a los enfermos dentro de una vida
consagrada a Dios es el origen de la vocación. En el siglo XVI, su fundador, Juan de Dios, basó su acción sobre una virtud
que a día de hoy aún es vivida por 1.100 hermanos en todo el mundo: la hospitalidad.
Una de las particularidades de los
Hermanos de San Juan de Dios es pronunciar el voto de hospitalidad, además de
los de pobreza, obediencia y castidad. A través de ese voto dedican su vida a la asistencia de los más frágiles, esforzándose para prestarles todos los servicios necesarios, incluso los más humildes y
los que puedan comportar un riesgo para nuestra vida, a semejanza del Cristo
que nos quiso hasta morir para nuestra Salvación.
Es una hospitalidad que ejercen bajo múltiples realidades,
ya sea tendiendo la mano a una persona desconsolada, con una presencia cálida
con los niños que son víctimas del sida, con una acogida paciente, con actos
cotidianos que devuelven a la otra persona la confianza perdida, con una
puerta abierta sin condición a una persona sin hogar, con una atención en
todos los que son “la cara de los pobres, los enfermos, las personas que se
encuentran en una situación de sufrimiento o dificultad”.
El ejemplo más
bello y reciente de esta Hospitalidad incondicional fue la que mostraron
los 4 hermanos que dieron su vida cuidando a los enfermos del virus Ebola, en
2014, en Sierra Leone y Liberia.
Esta hospitalidad evangélica se basa en la experiencia que
hacen cada día de la misericordia de Dios: su encuentro con Dios pasa
por su compromiso al servicio de las personas más frágiles para
manifestarles el amor misericordioso.
Las
obras de misericordia son el reflejo de su deseo de querer y de querer el
bien del prójimo, como lo hizo San Juan de Dios en su tiempo.
“Haceros
el bien Hermanos, haciendo el bien a los demás”.
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