‘Si el
Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no perdonar?’
Es una gracia
enorme avergonzarse de los propios pecados y así recibir el perdón
Hay una maravilla que Dios realiza con su misericordia, y que nos permite ejercerla después con los otros: ‘Ser perdonados y perdonar, un misterio
difícil de entender”.
Lo indicó el santo padre Francisco en su homilía de hoy martes en la
residencia Santa Marta, añadiendo que el primer paso para “entrar en este
misterio” que es la gran obra de misericordia de Dios, es tener vergüenza de
los proprios pecados, una gracia que no podemos obtenerla por
nosotros mismos”.
El protagonista del Evangelio de hoy –ha indicado el Pontífice– no logra
hacerlo. Es el siervo al que el patrón perdona su deuda grande, pero que a
su vez es incapaz de perdonar a un deudor pequeño. “No entendió el misterio del
perdón”.
“Si pregunto: –‘¿Todos ustedes son pecadores?’. –‘Sí, padre, todos’. –¿Y
para obtener el perdón de los pecados? — ‘Nos confesamos’ — ‘¿Y cómo van a
confesarse?’. –‘Bueno, voy digo mis pecados, el cura me perdona y me dice que rece tres
Ave María y después vuelvo en paz’.
“Tú no has entendido –indica el Papa– porque tú solo has ido al
confesionario para hacer una operación bancaria, una gestión burocrática. No
has ido avergonzado de lo que has hecho. Has visto algunas manchas en tu
conciencia y te has equivocado porque has creído que el confesionario era una
tintorería para limpiar las manchas.
Sirve por lo tanto, precisa Francisco, la vergüenza y la conciencia del
perdón. El perdón de Dios, es esa “maravilla que ha realizado en tu corazón”.
O sea: “Solamente puedo perdonar si me siento perdonado”. Por esto el perdón es un misterio”.
Francisco explica así que el protagonista del Evangelio tiene la sensación: 'me he librado', pero “no entendió la generosidad del
patrón”.
Y si “saliendo del confesionario sentimos eso, que nos hemos librado” esto
no es recibir el perdón, sino “la hipocresía de robar un perdón”.
El Santo Padre concluyó su homilía invitando a “pedir hoy al Señor la
gracia de entender esto: ‘setenta veces siete’”. Y “pedir la gracia de la
vergüenza delante de Dios. Es una gracia enorme avergonzarse de los propios
pecados y así recibir el perdón y la gracia de la generosidad de dar el perdón
a los otros. Porque si el Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no
perdonar?
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