El papa Francisco ha nombrado a un Enviado especial de la Santa
Sede para ir a Medjugorje, cuya labor se limitará a profundizar la realidad
pastoral y las exigencias de los fieles, en particular de los peregrinos.
Lo indicó este sábado la Secretaría de Estado del Vaticano,
precisando en un comunicado, que el enviado especial elegido por el Santo Padre
es Mons. Henryk Hoser, palotino, arzobispo polaco de Varsovia-Praga.
En julio de 1981 seis niños del pueblo de Medjugorje aseguraron
haber visto a la Virgen, apariciones que aseguran se repiten hasta nuestros
días incluso con otros videntes, bajo la advocación de Nuestra Señora de
la Paz. Desde entonces han iniciado las peregrinaciones con decenas de millones
de personas y han nacido en todo el mundo movimientos de oración y asociaciones
varias.
La visita del enviado pontificio tendrá “un carácter
exclusivamente pastoral”, señala el comunicado y que por lo tanto Mons. Hoser,
seguirá ejercitando su labor como arzobispo de Varsovia-Praga, y se espera que
complete su encargo en el tiempo antes del final del próximo verano. No se
trataría por lo tanto de una investigación sobre las apariciones, sino de
facilitar la pastoral a los peregrinos.
El Santo Padre viajo a Bosnia el 6 de junio de 2015, visita
pastoral que no incluyó el santuario de Medjugorje y a su regreso respondiendo
a los periodistas en el avión señaló que Benedicto XVI creó en su momento una
comisión presidida por el cardenal Camillo Ruini junto a otros cardenales y
teólogos. Francisco afirmó que “han hecho un buen trabajo” y finalizado el
informe. “Estamos por tomar decisiones que luego serán comunicadas. Por el
momento, se dan solo algunas indicaciones a los obispos”, indicó el Papa en ese
momento.
Sobre estas apariciones marianas, como ha sucedido con muchas
otras, se propone una actitud de prudencia y no faltan los interrogantes tanto
para el obispo de Mostar, como para la Santa Sede. Hasta el día de hoy ni la
diócesis, ni la Santa Sede han reconocido las apariciones, pero tampoco las han
descalificado.
Entre los elementos que han
dificultado hasta ahora la aprobación eclesial de estos hechos
ocurridos en el pueblo de unos 6 mil habitantes, cercano de Mostar y de la
frontera con Croacia, figura la cantidad y el carácter de los mensajes
atribuidos a María.
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