Un vaso de agua no tiene mucho valor. Lo pedimos en cualquier restaurante y nos lo dan sin siquiera pedirnos dinero por ello. No le damos valor.
Pero, una vez más, las cuentas de los hombres no son las de Dios. Dar un vaso de agua se convierte en la mayor obra de misericordia pasada por el tapiz del amor.
En los detalles pequeños están las mayores obras de amor que podemos ofrecer al prójimo. Unvaso de agua llega a ser signo de que el Reino está presente en nosotros.
Que tengan un buen día.
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