Después de toda la jornada predicando, curando y seguido de las multitudes, Jesús también volvía a casa, como nos dice el evangelio de hoy.
Y ya en casa, los discípulos, después de un día agotador, al calor de la amistad, le preguntaban sobre lo que no habían entendido de la jornada.
Nosotros también podemos hacerlo veinte siglos después. Al final de la jornada, agotados del trabajo y del trajín diario, acudamos a la oración a preguntarle a Jesús sobre todo aquello que no entendimos. Y allí, en su corazón, Él nos explicará todo.
Que tengan un buen día.
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