Todos los domingos por la mañana, Eucaristía con los jóvenes

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Altar. Capilla Ntra Sra. del Rosario.

miércoles, 24 de mayo de 2017

EL PAPA EN SANTA MARTA


El mal espíritu entra siempre por los bolsillos.
En la homilía de ayer martes invitó a pasar de una religiosidad interesada por las ganancias, a la proclamación: “Jesús es el Señor”.

Muchos consagrados fueron perseguidos por denunciar las actitudes mundanas. Lo indicó ayer martes el papa Francisco en la homilía de la misa que celebró en la Residencia Santa Marta, donde vive. E invitó a pasar de un estilo de vida tibio al anuncio gozoso de Jesús.
El su homilía el Papa partió de las lecturas del día, cuando narran la presencia de Pablo y Sila en Filipo, ciudad en la que aceptaban la doctrina “pero todos quedaban tranquilos y no había conversiones”. “No era –aseguró el Santo Padre– la Iglesia de Cristo”.
“Quienes dicen la verdad son perseguidos” y esto “se repite en la historia de la salvación”, aseguró. Cuando el pueblo de Dios servía, no digo a los ídolos, pero sí a la mundanidad, entonces el Señor enviaba a los profetas, que eran perseguidos porque eran “incómodos” como sucedió con Pablo.
“En la Iglesia cuando alguien denuncia las formas que existen de mundanidad, es mirado con malos ojos, esto no va con nosotros, mejor que se aleje”, dicen.
“Yo recuerdo en mi tierra, tantos y tantos hombres y mujeres consagrados, buenos, no ideológizadosos, pero que decían: “No, la Iglesia de Jesús es así…”. Este es comunista, fuera, y los echaban y los perseguían. Pensemos en el beato Romero ¿no?, lo que le sucedió por decir la verdad. Y tantos y tantos en la historia de la Iglesia, también aquí en Europa. ¿Por qué? Porque el mal espíritu prefiere una Iglesia tranquila, sin riesgos, una Iglesia que hace negocios, una Iglesia cómoda, en la comodidad y la tibieza, una Iglesia tibia”.
“El mal espíritu entra siempre por los bolsillos. Cuando la Iglesia es tibia, tranquila, bien organizada y no hay problemas, miren dónde están los negocios”, dijo el Papa. Pero además del dinero, hay otra palabra en la cual el Papa se detuvo: ‘alegría’.
Paolo y Sila son llevados delante de los magistrados que ordenan apalearlos y después meterlos en la cárcel. El Pontífice recuerda que la narración del Evangelio indica que los dos cantaban. Y hacia media noche se siente un fuerte temblor y se abre las puertas de la cárcel. El carcelero quería suicidarse porque si los prisioneros se hubieran escapado lo mataban, pero escucha que Pablo le invita a no hacerse mal. El carcelero se convierte, se hace bautizar y “se fue lleno de alegría”.
“Este es el camino de la historia de la conversión cotidiana: pasar de un estado de vida mundano, tranquilo, sin riesgos, católico, sí, sí, pero tibio, a un estado de vida del verdadero anuncio del Jesucristo, a la alegría del anuncio de Cristo. De una religiosidad que mira demasiado a las ganancias, pasar a la fe y a la proclamación: “Jesús es el Señor”.
Porque “una Iglesia sin mártires, crea desconfianza; una Iglesia que no arriesga, crea desconfianza; una Iglesia que tiene miedo de anunciar a Jesucristo y echar a los demonios, a los ídolos, al otro señor que es el dinero, no es la iglesia de Jesús.

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