En la misa del viernes. Con amor: ‘porque estas ovejitas no son tus ovejitas, son mis ovejitas’, le dice el Señor
La Homilía De La Misa En Santa Marta (Oss © Romano).
Jesús encomienda sus ovejas a Pedro, el más pecador y lo invita a apacentar al Pueblo de Dios con humildad y amor, incluso en medio de sus equivocaciones y pecados. Él pidió ser crucificado cabeza abajo, consciente de su pecado, aunque elegido para apacentar con amor. Lo afirmó el viernes el Santo Padre.
En el Evangelio, Jesús resucitado dialoga con Pedro en la orilla del lago, en el lugar donde el Apóstol había sido llamado. Es un diálogo tranquilo, sereno, entre amigos en el clima de la Resurrección del Señor. Jesús encomienda sus ovejas a Pedro, haciéndole tres preguntas, preguntándole si lo ama: “Jesús elige al más pecador de los Apóstoles, los otros escaparon, éste lo renegó: ‘No lo conozco’. Y Jesús le pregunta: ‘¿Pero tú me amas más que éstos?’. Jesús elige al más pecador”.
El Sucesor de Pedro indicó que este pasaje del Evangelio nos hace pensar: “No apacientes con la cabeza hacia arriba, como el gran dominador, no: apacentar con humildad, con amor, como hizo Jesús. Ésta es la misión que Jesús encomienda a Pedro. Sí, con los pecados, con las equivocaciones. Tanto es así que precisamente después de este diálogo, Pedro da un resbalón, comete una equivocación, es tentado por la curiosidad y le dice al Señor: “¿Pero este otro discípulo dónde irá, qué hará?”.
Pero “con amor, en medio de sus equivocaciones, de sus pecados… con amor: ‘Porque estas ovejitas no son tus ovejitas, son mis ovejitas’, dice el Señor. ‘Ama. Si tú eres mi amigo, debes ser amigo de éstos’”.
El Santo Padre recordó el trágico momento en el que Pedro renegó de Jesús ante la sierva del sumo sacerdote. Y recordó la mirada de Jesús que se cruza con la de Pedro, que acababa de renegarlo. Y el Apóstol “valeroso para renegar, es capaz de llorar amargamente”:
“Y después de toda la vida al servicio del Señor terminó como el Señor: en la cruz. Pero no se ensalza: ‘¡Termino como mi Señor!’. No, pide: ‘Por favor, pónganme en la cruz con la cabeza hacia abajo, para que al menos se vea que no soy el Señor, soy el siervo’. Es esto lo que nosotros podemos tomar de este diálogo, de este diálogo tan hermoso, tan sereno, tan amigable, tan púdico”.
“Que el Señor nos dé siempre –concluyó el Pontífice– la gracia de ir en la vida con la cabeza hacia abajo: la cabeza hacia arriba por la dignidad que Dios nos da, pero la cabeza hacia abajo, sabiendo que somos pecadores y que el único Señor es Jesús, nosotros somos siervos”.
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