Te bendecimos, Padre, dios de los apóstoles y profetas,
por Jesús, tu primer enviado en misión de paz y amor,
para anunciar a los pobres la buena nueva de la liberación,
para curar a los enfermos y cosechar la mies abundante.
Cristo Jesús delegó su misión a los suyos, a nosotros;
desde entonces evangelizar es la dicha y vocación de la Iglesia.
Jesús nos quiere disponibles, con la libertad de la pobreza,
para compartir con los demás lo que tú mismo nos regalas.
Libéranos, Señor, de nosotros mismos, de tanto bagaje
y peso inútil, que nos instala y entorpece, para que no perdamos
el ritmo de la misión ni ahoguemos tu Espíritu en nosotros.
Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 542)
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