Te bendecimos, Señor Jesús, porque en tu vida supiste unir la contemplación y la acción en equilibrio exacto, dándonos ejemplo de oración y comunicación con Dios, así como de entrega
incondicional a la liberación de los hombres.
Enséñanos, Señor, a dedicar tiempo, silencio y atención para escuchar y asimilar tu palabra, como María en Betania, buscando cada día y ante todo el reino de Dios y su justicia.
Ayúdanos a salir victoriosos en este empeño y concédenos, Señor, la diligencia solícita y la servicialidad acogedora de María, lo mismo respecto de ti, de evangelio y de tu palabra de vida que de nuestros hermanos, los hombres más necesitados.
Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra Cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 548)
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