A la luz de tu palabra, Señor, te pedimos en este día
nos concedas asimilar la bienaventuranza de la pobreza efectiva y de espíritu, para que no sucumbamos a la idolatría consumista.
Libéranos, Señor, de la sutil seducción del consumismo en boga para que, libres de la tiranía monetaria del tener y gastar,
entendamos que nuestra vida no depende del cúmulo de bienes que amontonemos, sino de las riquezas y dones de tu reino.
Queremos, Señor, compartir nuestra pan con los demás,
invirtiendo nuestros haberes, tiempo y cariño con los más pobres.
Así seremos ricos ante ti y alcanzaremos el secreto tesoro
de la felicidad evangélica: amar a Dios y a los hermanos.
Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 554)
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