Con la alegría que tu Espíritu infunde en nuestros corazones
te alabamos a boca llena, Padre nuestro, porque nos llamaste
a la libertad y a la confianza que nos da tu amor, mediante
la comunión de destino con Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor.
Concédenos tú, Señor Jesús, hambre y sed de fidelidad
para seguirte resueltamente y caminar fielmente a tu lado
sin perder el paso, hasta la meta final de la pascua eterna.
Para eso, fortalécenos con tu Espíritu y purifícanos con su fuego
que consuma nuestra escoria, nuestros miedos, nuestros egoísmos.
Haznos, Señor, testigos de tu evangelio en un mundo difícil
que sufre vacío de espíritu de amor y de esperanza.
Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 533)
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