Los cristianos que piden nunca deben encontrar puertas cerradas. Las iglesias no son oficinas donde presentar documentos y papeles cuando se pide entrar en la gracia de Dios. «No debemos instituir el octavo mandamiento, el de la aduana pastoral». Fue la acogida cristiana el tema de la reflexión del Papa Francisco en la homilía de la misa concelebrada en la capilla de la Domus Sanctae Marthae el sábado 25 de mayo, por la mañana, entre otros, con el cardenal Agostino Cacciavillan. Comentando el Evangelio de Marcos (10, 13-16) el Pontífice recordó la reprensión que Jesús dirigió a sus discípulos que querían alejar de Él a los niños que la gente llevaba para que les acariciara. Los discípulos proponían «una bendición general y, luego, fuera todos». Pero, ¿qué dice el Evangelio? Dice que Jesús se indignó —respondió el Papa— diciendo «dejad que vengan a mí, no se lo impidáis. A quien es como ellos pertenece el reino de Dios».
La fe del pueblo de Dios es una fe sencilla. Por ejemplo, tal vez no sabe explicar bien quién es la Virgen, pero «para esto —dijo el Santo Padre— es necesario ir al teólogo: te explicará bien quién es María». Pero, agregó inmediatamente, «si tú quieres saber cómo se ama a María, debes ir al pueblo de Dios que te lo enseñará mejor y bien». Es un pueblo «que siempre se acerca para pedir algo de Jesús» y algunas veces también con un poco de insistencia. Como relató a continuación: «Recuerdo una vez durante la fiesta patronal en la ciudad de Salta; una señora humilde pedía a un sacerdote una bendición. El sacerdote le dijo: Pero señora, usted está en la misa. Y luego le explicó toda la teología de la bendición en la misa. Ah, gracias padre, sí padre, respondió la señora. Pero cuando el sacerdote se marchó la señora se dirigió a otro sacerdote: Bendígame. Todas aquellas palabras no entraron en ella porque tenía otra necesidad, la necesidad de ser tocada por el Señor. Esta es la fe que buscamos y que debemos encontrar siempre porque la suscita el Espíritu Santo. Nosotros debemos facilitarla, hacerla crecer, ayudarle a crecer».
El Papa volvió a explicar la actitud de Jesús que reprende a los apóstoles, quienes impedían a la gente acercarse a Él. No lo hacían por maldad: sólo querían ayudarle. Lo mismo habían hecho los que en Jericó intentaron hacer callar al ciego que, al advertir la presencia de Jesús, gritaba para atraer su atención y ser salvado por Él. Era como si hubieran dicho, explicó el Papa: «El protocolo no lo permite: éste es la segunda persona de la Trinidad, ¿qué haces? Esto me hace pensar en muchos cristianos…».
Para explicar mejor el concepto, el Pontífice presentó algunos ejemplos. En especial lo que sucede cuando dos novios que quieren casarse se presentan en la secretaría de una parroquia y, en lugar de apoyo y felicitación, oyen enumerar los costes de la ceremonia o la pregunta si todos sus documentos están en regla. De este modo, a veces, recordó el Papa, ellos «encuentran la puerta cerrada». Así, quien tendría la posibilidad «de abrir la puerta dando gracias a Dios por este nuevo matrimonio» no lo hace, es más, la cierra. Muchas veces «somos controladores de la fe en lugar de ser facilitadores de la fe de la gente». Y es algo, agregó el Santo Padre, que «comenzó en los tiempos de Jesús, con los Apóstoles».
Se trata de «una tentación que tenemos nosotros; la de adueñarnos, apropiarnos del Señor». Y una vez más el Papa recurrió a un ejemplo: el caso de una madre soltera que va a una iglesia, a la parroquia, pide bautizar al niño y encuentra como respuesta «por parte de un cristiano o de una cristiana»: no, «no puedes, tú no estás casada». Continuó: «Mirad a esta joven que tuvo la valentía de llevar adelante el embarazo» y de no abortar: «¿Qué encuentra? Una puerta cerrada. Esto le sucede a muchas. Esto no es un buen celo pastoral. Esto aleja del Señor, no abre las puertas. Y así, cuando nosotros vamos por este camino, con esta actitud, no hacemos bien a la gente, al pueblo de Dios. Jesús instituyó siete sacramentos y nosotros con esta actitud instituimos el octavo, el sacramento de la aduana pastoral».
«Jesús se indigna cuando ve estas cosas. ¿Quién sufre por ésto? Su pueblo fiel, la gente que Él tanto ama». Jesús, explicó el Papa Francisco concluyendo la homilía, quiere que todos se acerquen a Él. «Pensemos en el santo pueblo de Dios, pueblo sencillo, que quiere acercarse a Jesús. Y pensemos en todos los cristianos de buena voluntad que se equivocan y en lugar de abrir una puerta la cierran. Pidamos al Señor que todos aquellos que se acercan a la Iglesia encuentren las puertas abiertas para encontrar este amor de Jesús».
fuente: www.osservatoreromano.va
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