Padre nuestro del cielo, hoy nuestra plegaria
se centra en el deseo de Cristo al pedirte ardientemente
la unidad total de cuantos por el ancho mundo creemos en ti.
Solamente tú puedes lograr lo que parece imposible:
que los hermanos esperados nos unamos en una sola Iglesia,
formando un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor.
Todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu
para constituir un solo cuerpo, el cuerpo eclesial de Cristo.
Ayúdanos a mantener la unidad de la fe con el vínculo de la paz,
porque una sola es la meta de la esperanza de la vocación
a la que tú nos llamas en Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 117)
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