Te damos gracias, Padre, porque en tu bondad nos destinaste
A plasmar en nosotros la imagen de Cristo Jesús, tu Hijo,
De modo que Él fuera el primogénito entre muchos hermanos.
Haznos entender, Padre, que el paso angosto de su puerta
No es moralismo estrecho y triste, sino liberación gozosa
Y conversión necesaria antes que sea tarde y se cierre la puerta.
Concédenos, Señor, responder generosamente a la llamada
que nos haces al seguimiento fiel de Cristo en la Iglesia;
e ilumina los ojos de nuestro corazón para que comprendamos
la esperanza de nuestra vocación cristiana a la santidad
y la riqueza de gloria que das en herencia a tus hijos.
Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 563)
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