El Evangelio de
este domingo nos presenta a Jesús con los saduceos que negaban la resurrección.
Y es justamente sobre éste tema que ellos dirigen una pregunta a Jesús, para
ponerlo en dificultad y ridiculizar la fe en la resurrección de los muertos.
Parten de un caso imaginario: "Una mujer ha tenido siete maridos, muertos
uno después del otro", y preguntan a Jesús: "¿De quién será esposa
aquella mujer después de su muerte?". Jesús, siempre dócil y paciente,
responde que la vida después de la muerte no tiene los mismos parámetros de aquella terrenal. La vida eterna es otra
vida, en otra dimensión donde, entre otras cosas, no existirá más el
matrimonio, que está ligado a nuestra existencia en este mundo. Los resucitados
– dice Jesús – serán como los ángeles, y vivirán en un estado diferente, que
ahora no podemos experimentar y ni siquiera imaginar. Así lo explica Jesús.
Pero luego Jesús,
por así decirlo, pasa al contra ataque. Y lo hace citando la Sagrada Escritura,
con una sencillez y una originalidad que nos dejan llenos de admiración ante
nuestro Maestro, ¡el único Maestro! Jesús encuentra la prueba de la resurrección
en el episodio de Moisés y de la zarza ardiente (cfr Ex
3,1-6), allí donde Dios se revela como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.
El nombre de Dios está ligado a los nombres
de los hombres y de las mujeres con los que Él se liga, y este lazo es más
fuerte que la muerte. Y nosotros podemos también decir de la relación de Dios
con nosotros, con cada uno de nosotros: ¡Él es nuestro Dios! ¡Él es el Dios de
cada uno de cada uno de nosotros! Como si Él llevase nuestro nombre. A Él le
gusta decirlo y ésta es la alianza. He aquí el por qué Jesús afirma:
“Porque él no es
Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él” (Lc 20,38).
Y éste es el lazo decisivo, la alianza fundamental con Jesús: Él mismo es la
Alianza, Él mismo es la Vida y la Resurrección, porque con su amor crucificado
ha vencido a la muerte.
En Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos,
y todos gracias a Él tienen la esperanza de una vida más verdadera que esta. La
vida que Dios nos prepara no es un simple embellecimiento de la actual: ella
supera nuestra imaginación, porque Dios nos sorprende continuamente con su amor
y con su misericordia. Por lo tanto, aquello que acontecerá es precisamente lo
contrario de cuanto se esperaban los saduceos. ¡No es esta vida la que hace
referencia a la eternidad, a la otra vida, aquella que nos espera, sino es la
eternidad que ilumina y da esperanza a la vida terrenal de cada uno de
nosotros!
Si miramos sólo con
el ojo humano, estamos llevados a decir que el camino del hombre va de la vida
hacia la muerte. ¡Eso se ve! Pero eso es solamente si lo observamos con el ojo
humano. Jesús vuelca esta perspectiva y afirma que nuestra peregrinación va de
la muerte a la vida: ¡la vida plena! Nosotros estamos en camino, en
peregrinación hacia la vida plena y aquella vida plena ¡es la que nos ilumina
en nuestro camino! Por lo tanto la muerte está detrás, a la espalda, no delante
de nosotros. Delante de nosotros está el Dios
de los vivos, el Dios de la alianza, el Dios que lleva mi nombre, nuestro
nombre.
Como Él dijo: "Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac
y de Jacob", también el Dios con mi nombre. Con tu nombre, con tu nombre,
con tu nombre, con nuestro nombre ¡Dios de lo vivos! Está la derrota definitiva
del pecado y de la muerte, el inicio de un tiempo nuevo de alegría y de luz sin
fin. Pero ya sobre esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la
fraternidad, encontramos a Jesús y a su amor, y así podemos saborear algo de la
vida resucitada.
La experiencia que
hacemos de su amor y de su fidelidad enciende como un fuego en nuestro corazón
y aumenta nuestra fe en la resurrección. De hecho, si Dios es fiel y ama, no
puede serlo por tiempo limitado: ¡la fidelidad es eterna, no puede cambiar, el
amor de Dios es eterno, no puede cambiar! No es por tiempo limitado: ¡es para
siempre! ¡Es para ir adelante! Él es fiel para siempre, y espera a cada uno de
nosotros, nos acompaña a cada uno de nosotros con esta fidelidad eterna.
Plaza de San
Pedro, domingo 10 de noviembre de
2.013
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