Dios de nuestros padres, te bendecimos agradecidos
porque el mensaje de la transfiguración de Jesús, tu Hijo,
anticipa su gloria luminosa de pascua de resurrección.
Tal esperanza alienta nuestra vida errante, especialmente
cuando ésta presenta el lado hiriente de la cruz con Cristo,
cuando nos cercan la oscuridad y la duda, el temor y la fatiga.
Entonces Jesús, como a los apóstoles en el Tabor, nos dice:
Levántense, no teman; yo estoy con ustedes en el camino,
y en la raya del horizonte despierta ya la aurora pascual.
Haz, señor, que cumplamos la condición de la fe que nos pides,
escuchando a Jesús y siguiendo sus huellas con alegría.
Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 59)
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