Te bendecimos, Dios Padre, por el ejemplo de Cristo
en el paisaje prepascual de la cuaresma que empezamos.
Orando y ayunando en la soledad sonora del desierto,
nos muestra que nuestro ramo inhóspito puede florecer
en frutos de madurez y afirmación de nuestra identidad cristiana,
en oración y equilibrio, en optimismo y fuerza de lo Alto.
Te pedimos, Señor, aguante para superar las tentaciones
que nos rondan constantemente al paso de los días.
Líbranos, sobre todo, de los ídolos que quieren avasallarnos
borrando tu imagen del horizonte de nuestra vida,
y haz que avancemos sin cesar en el camino hacia la pascua.
Amén
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 56)
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