Francisco volvió ayer a sorprender al mundo al visitar un centro de ayuda a los inmigrantes en esta capital, manejado por jesuitas, pidió que se usen los conventos vacíos para ayudar a los refugiados y no para lucrar, convirtiéndolos en hoteles de lujo.
"Queridos religiosos y religiosas, los conventos vacíos no le sirven a la Iglesia para transformarlos en hoteles y ganar dinero. Los conventos vacíos no son nuestros, son para la carne de Cristo, que son los refugiados", dijo el Papa.
"El Señor llama a vivir con generosidad y coraje la acogida en los conventos vacíos. Claro, no es algo simple, hacen falta criterio, responsabilidad, pero también hace falta coraje. Hacemos mucho, pero quizás estamos llamados a hacer más, recibiendo y compartiendo con decisión lo que la Providencia nos ha donado para servir", agregó el papa argentino.
Directas y claras, las palabras del Papa, que desde que fue elegido, el 13 de marzo pasado, impactó por su estilo sencillo y sin pompa, volvieron a sacudir las aguas, y confirmaron su voluntad de poner en marcha una profunda reforma en la Iglesia Católica.
Francisco -que en julio pasado viajó a la isla de Lampedusa, al sur de Sicilia, para demostrar su cercanía con el drama de los inmigrantes y refugiados-, en su discurso en el Centro Astalli, también llamó a "servir, acompañar y defender" a los más necesitados.
"No basta dar un sándwich. La caridad que deja el pobre tal cual es no es suficiente. La misericordia verdadera, esa que Dios nos dona y enseña, pide justicia, pide que el pobre encuentre el camino para no ser tal", destacó Francisco.
"[La caridad] pide -y lo pide a nosotros, Iglesia, a nosotros, ciudad de Roma, a las instituciones- que nadie ya debe necesitar un comedor, un alojamiento de fortuna, un servicio de asistencia legal para ver reconocido su propio derecho a vivir y a trabajar, a ser plenamente persona", señaló.
Luego de llamar a cederles a los refugiados los conventos vacíos, que no deben ser transformados en hoteles de lujo -como pasó en Italia en muchos lugares-, el Papa fue más allá. Reclamó "superar la tentación de la mundanidad espiritual para estar cerca de las personas simples y, sobre todo, de los últimos", porque se necesitan "comunidades solidarias que vivan el amor en modo concreto".
Francisco llegó al Centro Astalli sin escolta ni ceremonial, a bordo de su Ford Focus metalizado azul. Saludó y charló con la gente que estaba comiendo en su comedor, rezó en una capillita y luego se trasladó a través de un pasillo interno hasta la Iglesia del Gesú, de los jesuitas, que queda al lado del centro de ayuda.
Allí mantuvo un encuentro con unas 500 personas -entre ellas huéspedes, operadores, voluntarios y amigos-. En nombre de los demás, Adam, un sudanés, y Carol, siria, contaron su experiencia al Papa, que luego oró ante la tumba del padre Pedro Arrupe, general de los jesuitas cuando Jorge Bergoglio fue elegido provincial de la Argentina, en 1973, y fundador del Centro Astalli en 1981, poco antes de abandonar la conducción de la Compañía de Jesús.
Por la mañana, en el marco de la reforma que ha puesto en marcha en el gobierno central de la Iglesia y a punto de cumplir seis meses de pontificado, el Papa presidió una reunión en el Palacio Apostólico con todos los jefes de los dicasterios de la curia romana para escuchar "consideraciones y consejos" de sus principales colaboradores, según destacó un comunicado del Vaticano.
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