Bendito seas, Señor Jesús, por tu paciencia con nosotros,
Tardos para entender tu palabra y reacios para creer en ti,
Debido a nuestra desesperanza y derrotismo en el camino de Emaús.
Te creíamos muerto para siempre, pero tú vives hoy como ayer.
¿Cómo te reconocemos, Señor, como el Dios de la vida,
Si tu palabra y tu pan no caldean nuestros fríos corazones?
Abre los ojos de nuestro espíritu para que te encontremos allí
Donde tú estás vivo en el clamor del pobre y del que sufre.
Gracias, Señor, porque podemos reconocerte en tu Palabra,
En la Eucaristía y en la comunidad de los hermanos en la fe.
Camina a nuestro lado y quédate con nosotros para siempre.
Amén.
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