Te bendecimos, Padre, porque gracias a la unión con Cristo, la 
ley vivificante del Espíritu nos ha liberado de la ley del pecado 
y de la muerte, para vivir en la libertad de tus hijos. 
Jesús mismo, con su palabra y su ejemplo, nos impulsa 
a una respuesta personal y agradecida al don de tu amor de Padre. 
En su nueva ley evangélica adquiere plenitud la antigua, 
y el espíritu desborda sobre el marco de la letra escrita. 
Concédenos, Señor, caminar bajo la guía de tu Espíritu, 
sin gratificar nunca los deseos y las obras de la carne, 
para vivir gozosamente la ley de Cristo con plena fidelidad. 
Así tu ley será nuestro gozo y nuestra fortaleza.
Amén. 

 
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