Te bendecimos, Señor, porque escuchas el clamor del pobre,
liberas al oprimido y sustenta al huérfano y a la viuda.
Tú derribas del trono al poderoso y enalteces al humilde;
al hambriento lo colmas de bienes y al rico lo despides vacío.
Cuando nuestro corazón se cierre ignorando al necesitado,
abre, Señor, nuestros ojos para que te veamos a ti en él;
cuando el pobre tienda su mano hacia nosotros para pedirnos,
abre nuestro corazón al gozo de compartir lo nuestro con él.
Ayúdanos, Señor, a romper la malla del egoísmo acaparador,
Liberándonos del afán de poseer y tener, gastar y consumir,
Para que no nos habituemos nunca a las desigualdades.
Amén.
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 578)
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