Todos los domingos por la mañana, Eucaristía con los jóvenes

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Altar. Capilla Ntra Sra. del Rosario.

martes, 19 de mayo de 2015

EL PAPA PIDE EQUILIBRIO ENTRE ESPÍRITU Y REALIDAD CONCRETA A LAS CONSAGRADAS DE ROMA.

16 de mayo de 2015. Con la sonrisa en los labios, el corazón lleno de amor como el de una mamá; con el justo equilibrio entre espíritu y realidad concreta, sin estar demasiado en las nubes, sino con los pies sobre la tierra, para escuchar los sonidos del mundo y las necesidades de los hermanos; inspirada en las bienaventuranzas y teniendo siempre presente el capítulo 25 del Evangelio de san Mateo, a partir del cual seremos juzgados.
Es el perfil que el Papa Francisco trazó de la mujer consagrada que, siguiendo el modelo de la Iglesia, es madre y no madrastra. Lo indicó respondiendo a cuatro preguntas que le presentaron el sábado 16 de mayo, por la mañana, en el aula Pablo VI, durante el encuentro con los consagrados de la diócesis de Roma.
Una monja de clausura —destacó el Pontífice— no puede ser una mujer excluida del mundo, porque la vocación no es un refugio. Es más, debe estar siempre en tensión: con las antenas levantadas para captar las necesidades de los demás. Por ello es necesario también informarse y mantener el contacto directo con la gente que llama a la puerta de los monasterios. El servicio a los hermanos, además, se debe realizar con la sonrisa en los labios, porque a una religiosa que no sabe sonreír le falta algo. El Papa invitó a las religiosas de clausura a rezar por los obispos y los sacerdotes, siguiendo el ejemplo de santa Teresa del Niño Jesús.
De la consagración femenina como dimensión esponsal, el Papa habló luego al responder a una mujer que pertenece al Ordo virginum. La dimensión femenina es muy importante, dijo, porque las consagradas son el icono de la Iglesia y de la Virgen. Al respecto, invitó a no olvidar que la Iglesia es femenina: no es “el Iglesia”, sino que es “la Iglesia” y es la esposa de Jesús.
Lamentablemente, a veces se olvida la importancia del amor materno de la religiosa, la maternidad de la mujer consagrada. En efecto, la fidelidad en la vida consagrada debe reflejar por naturaleza la fidelidad, el amor, la ternura de la madre Iglesia y de la madre María. Por ello, la consagrada que no sigue este camino, se equivoca. Se necesita siempre tener paciencia y saber perdonar, sin criticar. El modelo es el de madre que no “critica” a sus hijos, de otra forma es madrastra.
El amor, además, debe ser concreto, añadió también el Papa Francisco. ¿Pero cuáles son los contenidos de esta realidad concreta? El Pontífice los indicó en dos pasajes del Evangelio: el de las Bienaventuranzas, donde está escrito como actuar, y el del capítulo 25 de san Mateo, protocolo a partir del cual seremos juzgados. En ello encontramos la realidad concreta de la vida consagrada, siguiéndola podemos llegar a un grado elevado de santidad.
Mirando a la realidad masculina, al responder a un misionero escalabriniano, el Papa destacó la importancia de la fiesta, que es una auténtica categoría teológica. Festejar, dijo, no significa hacer ruido o bullicio, sino, como dice el Deuteronomio, el fin es la alegría de recordar lo que ha hecho el Señor por nosotros. Y respecto a una cierta competitividad entre parroquia y congregaciones religiosas, el Pontífice dijo que una de las cosas difíciles para un obispo es logar armonía en la diócesis.
De la obediencia, que se debe leer en el misterio de Cristo, el Papa habló al responder a la pregunta de un terciario capuchino. Es verdad, destacó, que como cada virtud puede verse tentada y convertirse en una actitud disciplinar, pero la obediencia es un misterio. La obediencia es el icono del camino de Jesús.

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