VATICANO, 16 Ene. -
Los escándalos en la Iglesia
ocurren porque no hay una relación viva con Dios y con su Palabra. De
esta forma, los sacerdotes “corruptos”, en vez de dar el pan de la vida, dan comida envenenada al santo pueblo de Dios, lo dijo el Papa Francisco en su homilía matutina durante la Misa que presidió esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.
El Papa dijo que cuando los sacerdotes son corruptos, los que sufren son
los fieles: “¡Pobre gente! ¡Pobre gente! No damos de comer el pan de la
vida; no damos de comer - en aquellos casos - ¡la verdad! Y hasta damos
de comer comida envenenada, tantas veces! ‘¡Despiértate, porque duermes
Señor!’. ¡Que ésta sea nuestra oración! ‘¡Despierta! ¡No nos rechaces
para siempre! ¿Por qué escondes tu rostro? ¿Por qué olvidas nuestra
miseria y opresión?’. Pidamos al Señor no olvidar jamás la Palabra de
Dios, que es viva, que entre en nuestro corazón y no olvidar jamás al
santo pueblo fiel de Dios, ¡que nos pide un alimento fuerte!”.
Según señala Radio Vaticano, comentando la lectura del día y el salmo
responsorial, que narran una dura derrota de los israelitas por obra de
los filisteos, el Pontífice observó que el pueblo de Dios en aquella
época había abandonado al Señor. Se decía que la Palabra de Dios era
“rara” en aquel tiempo. El viejo sacerdote Elí era un “tibio” y sus
hijos “corruptos, asustaban al pueblo y lo golpeaban”. Los israelitas
para combatir contra los filisteos utilizan el arca de la alianza, pero
como una cosa “mágica”, “una cosa externa”. Y son derrotados: el arca es
tomada por los enemigos. No hay verdadera fe en Dios, en su presencia
real en la vida:
“Este pasaje de la Escritura nos hace pensar en cómo es nuestra relación
con Dios, con la Palabra de Dios: ¿es una relación formal? ¿Es una
relación lejana? La Palabra de Dios entra en nuestro corazón, cambia
nuestro corazón, tiene este poder o no, es una relación formal, ¿todo
bien? ¡Pero el corazón está cerrado a aquella Palabra! Y nos lleva a
pensar en tantas cosas de la Iglesia, en tantas derrotas del pueblo de
Dios simplemente porque no siente al Señor, no busca al Señor, ¡no se
deja buscar por el Señor! Y luego después de la tragedia, la oración:
‘Pero, Señor, ¿qué ha pasado? Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
todos en derredor se burlan y se ríen. Servimos de escarmiento a las
naciones, y los pueblos menean la cabeza”.
El Papa reflexionó luego sobre los escándalos de la Iglesia: “Pero ¿nos
avergonzamos? Tantos escándalos que no quiero mencionar individualmente,
pero que todos conocemos… ¡Sabemos cuáles! Escándalos, algunos que han
costado tanto: ¡está bien! Se debe hacer así…. ¡La vergüenza de la
Iglesia! ¿Pero nos hemos avergonzado de aquellos escándalos, de aquellas
derrotas de sacerdotes, de obispos, de laicos?”
“La Palabra de Dios en aquellos escándalos era una cosa rara; en
aquellos hombres y en aquellas mujeres la Palabra de Dios ¡era rara! ¡No
tenían un lazo con Dios! Tenían una posición en la Iglesia, una
posición de poder, también de comodidad. ¡Pero no la Palabra de Dios!
‘Pero, yo tengo una medalla’; ‘Yo llevo la Cruz’…
¡Si, como esos llevaban el arca! ¡Sin la relación viva con Dios y con
la Palabra de Dios! Me viene a la mente aquella Palabra de Jesús para
aquellos por los cuales vienen los escándalos… Y aquí el escándalo ha
venido: toda una decadencia del pueblo de Dios, hasta la debilidad, a la
corrupción de los sacerdotes”.
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